DEJAR DE TRAFICAR CON COMIDA

Quiero que te quedes con una pregunta y que te la respondas al final del texto

¿Qué relación hay entre tú, un metrónomo y que puedas estar traficando con comida sin saberlo?

 

*Hay algo que me llama mucho la atención.

Cuando no somos capaces de controlar lo que comemos hablamos de Hambre Emocional. 

O Ansiedad con la comida.

O Gestión de las Emociones con la comida…  

En fin, que decimos que volcamos las emociones en la comida. 

 

Pero luego, la realidad, es que muchas mujeres en consulta me dicen:

«No Laia, pero si es que en realidad yo hay veces que no siento una emoción, que es como algo superior a mí que no puedo controlar. Como si fuera mi estómago el que me controla a mí en vez de yo a él«.

¿Puede haber un Hambre Emocional Apático? Me pregunto. 

 

El caso es que en esos momentos nos sentimos descolocados. 

Joder, ya sabes hacer esas 4 respiraciones para calmar la ansiedad, la técnica del 9-7-4, la gruya y mil historias más… 

¡¡PERO NO HAY ANSIEDAD!! ¿Qué coj*;es hacemos ahora?

 

Y aquí es donde la gente pincha. 

La gente que ha aprendido a manejar la Ansiedad, que tampoco tengo muy claro si es mucha con el ritmo de vida que llevamos. 

 

Error fatal y resultados por la borda. 

Porque… 

Nos estamos olvidando del Perro de Pavlóv. 

Tranquila si no tienes perro, no necesitas ir a adoptar ninguno (de verdad ,no compres que ya hay muchos sin hogar) ni tampoco aumentar tu camada. 

 

Te cuento la Historia del Perro de Pavlov. 

Le vamos a poner un nombre al perro, tipo: Misiflú (especifico que la información del nombre no está contrastada). 

Bien pues Iván P. Pavlóv, un fuertote ruso Premio Nobel de Fisiología (imagínate a un Hipster, pero a lo blanco y negro), 

Por eso de los años 1900 (ojo que esto no se descubrió ayer) le dio por hacer unos experimentos con Misiflú y sus amigos. 

Lo primero que hizo Pavlóv fue darle a Misiflú a oler un plato de comida. 

Y registrar la cantidad de salivación que ésta provocaba en el perro cuando la veía. 

(Damos por echo que entendemos que la salivación es un reflejo de lo dispuesto que está el perro a comer)

 

Luego, las malas lenguas dicen que hizo sonar una campana, aunque tengo fuentes bastante fiables que hablan de un metrónomo (el aparatejo que marca el tiempo para la música, que que suena como un reloj). 

Como soy una gran amante de la música, me mola más la idea del metrónomo y nos vamos a quedar con ella.

 

El caso es que… ¿Qué imaginas, el perro salivaba o no cuando escuchaba el metrónomo?

Bueno pues en los años 1900 parece ser que un metrónomo tampoco despertaba mucho interés gastronómico en los perros.

Y Misiflú ya no babeaba al escuchar el sonido de este.

 

Entonces Pavlóv, comprobada la primera hipótesis, pasó al siguiente nivel del experimento. 

 

Empezó a darle a Misiflú de comer al mismo tiempo que le ponía la dulce sinfonía del metrónomo.  

¿Y qué pasó esta vez?

Bien pues que Misiflú ahora sí babeaba con el metrónomo… 

 

¿Por qué ahora sí era apetecible? 

Pues tampoco… Sino porque iba acompañado de la comida y la comida era lo que hacía salivar a Misiflú. 

 

Y esto le repitió varias veces. 

Las suficientes para que pasara lo que Pavlóv descubriría en el siguiente nivel del experimento. 

 

Bien Pavlóv, ya todo envalentonado, dijo ahora sí que es la hora de la verdad, e hizo de nuevo la misma prueba que al inicio del experimento:

 

Le puso el metrónomo a Misiflú, pero de nuevo sin comida. 

 

¿Y qué crees que le pasó a Misiflú esta vez? 

Pues que ahora sí que salivaba. 

Su cuerpo, se estaba preparando igual para comer.

Vamos que el pobre a lo mejor se comía hasta el metrónomo si Pavlóv le hubiera dejado. 

 

¿Qué estaba pasando?

No es que ahora Misiflú hubiera desarrollado el gusto gastronómico de una piedra. 

 

Es que se había producido en el cerebro de Misiflú lo que llamamos: condicionamiento clásico. 

Misiflú babeaba ahora al escuchar el metrónomo, porque relacionaba ese sonido con, nada más y nada menos que…. ¡COMIDA!

Un sonido que días atrás no le decía nada al pobre Misiflú. 

Y en cambio ahora su cuerpo le disparaba las ganas de comer. 

 

Pues a nosotros, siento decírtelo y no es que quiera compararte con un perro, pero en este sentido nuestro cerebro funciona igual. 

 

Y generamos condicionamientos clásicos, aprendizajes y otra serie de… Conductas automáticas

Que a veces se disparan sin emoción aparente. 

 

Por eso a veces llegan las 20h y solo por ser esa hora tienes ganas de comer. 

O ves la chocolatina en la tv y tienes ganas de comer. 

O pasas por delante de una panadería que huele a cruasán recién hecho y tienes ganas de comer.  

 

 

¿Qué clase de gestión emocional para controlar
lo que comes te sirve aquí?

Ninguna. 

 

Si te quieres dar de alta, yo mando consejos regularmente a mis suscriptores para que puedan aprender a controlar lo que comen y sus conductas automáticas. Y sucede. 

Utilizamos cookies propias y de terceros para el análisis de tus hábitos de navegación y realizar estudios estadísticos, mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias y compartir o mostrar contenido de este sitio web en redes sociales. Si continúas navegando, consideramos que aceptas la utilización de cookies. Puedes obtener más información en nuestra Política de Cookies.